No es en vano el dicho “tú eres lo que comes”. Comer sano es fundamental para tener una buena salud y bienestar. La alimentación influye directamente sobre tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. Una buena alimentación conlleva la unidad, el balance y la armonía del ser. Esto trae salud y bienestar físico, mental y espiritual (niveles de energía), mejor calidad de vida, estado anímico más positivo y abierto a fluir, además de un peso ideal.
Está comprobado que una alimentación sana, equilibrada y que cubre los requerimientos nutricionales necesarios para el buen funcionamiento del organismo ayuda a prevenir el riesgo de muchas enfermedades. La buena salud comienza con una alimentación sana. La alimentación saludable es suficiente en energía y nutrientes, equilibrada, variada y adaptada a la fisiología.
MEJORA el funcionamiento del sistema inmunitario, un punto de suma importancia para poder prevenir y combatir la COVID-19 y otras enfermedades. El manejo de la presión arterial. El humor. La memoria.
MANTIENE los músculos fuertes y una piel sana.
AYUDA a bajar de peso o a mantenerte en un peso ideal. A equilibrar los niveles de colesterol en la sangre. A mantener huesos fuertes y la salud dental.
REDUCE el estrés. El riesgo de padecer de cáncer.
CONTRIBUYE en el manejo y control de azúcar en la sangre y complicaciones de la diabetes. A tener un mejor sueño reparador.
PREVIENE enfermedades cardiovasculares.
Mejorar los hábitos alimenticios con pequeños cambios
Para estar sano, sentirte bien y tener unos niveles altos de energía es necesario seguir un estilo de vida saludable, que se base en un régimen alimenticio sano, equilibrado, con los nutrientes necesarios de acuerdo con la edad, el sexo, la altura y la actividad física.
Para lograr una buena alimentación, debemos empezar por trabajar nuestros hábitos alimenticios. Es mejor comenzar con varios cambios pequeños. Los buenos hábitos son los que componen un estilo de vida saludable. Un estilo de vida saludable es la base y la forma de disminuir las probabilidades de adquirir enfermedades en nuestra edad adulta. Por tal razón, es muy importante crear y establecer hábitos alimenticios correctos y saludables desde edades muy tempranas. La infancia es la mejor edad para educar e introducir en este tipo de alimentación y de vida.
Está comprobado que malos hábitos alimenticios o una mala nutrición (una dieta deficiente, baja en macro y micronutrientes) contribuye a padecer obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, osteoporosis y ciertos tipos de cáncer.
En una dieta equilibrada los requerimientos nutricionales deben estar distribuidos aproximadamente del siguiente modo: 20%, proteínas (sobre todo de origen vegetal, y si es animal, preferiblemente pescado; en menor cantidad, rojas, bajas en grasa); 25%, grasa (la mayor parte debe ser poliinsaturadas y grasas no saturadas) y 55%, de carbohidratos (mayormente deben ser carbohidratos complejos). Las vitaminas, los minerales, la fibra, al igual que el agua, son nutrientes claves en nuestra dieta diaria.
La fibra es fundamental en una dieta saludable
Una dieta saludable debe basarse en una ingesta muy alta y variada tanto de frutas como de vegetales, luego granos, legumbres, féculas, buena grasa, y proteína animal, baja en grasas. Las vitaminas y minerales son esenciales, dado que tienen miles de propiedades que ayudan a evitar muchos trastornos y enfermedades. Se debe evitar el consumo de alimentos procesados que contengan cualquiera de los tres polvos blancos: azúcar, sal y harina.
La fibra ayuda a disminuir los niveles de glucosa en la sangre, el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, la pérdida de peso, a regular el hambre, los movimientos gastrointestinales y el estreñimiento, entre otros aspectos. Es recomendable hacer entre 4 y 6 comidas diarias.
Lo ideal es desayuno, almuerzo, cena y dos meriendas pequeñas. El desayuno debe aportar el 25% aproximadamente del total de las calorías diarias; el almuerzo, el Requerimientos nutricionales para una buena dieta equilibrada: 20% proteínas de origen vegetal y, si es animal, preferiblemente pescado; 25% grasa poliinsaturadas y grasas no saturadas y 55% de carbohidratos 40%. Estos dos deben ser las comidas de mayor aporte calórico, y la cena, un menor aporte con 10%. La merienda a media mañana, un 5%, y la merienda de la tarde, un 20%. No debemos saltarnos el desayuno.
Para no olvidar: el agua
Tomar mucha agua es muy importante. Debemos tratar de beber un vaso de agua apenas nos despertamos, luego varios vasos de agua entre las comidas y tomar poca agua durante el desayuno, el almuerzo y la cena. Hidratarnos antes de dormir es esencial.
Planear las comidas de la semana o elaborar un menú semanal es un consejo que te ayudará a organizarte y a poder cumplir con tu meta. Haz una lista de mercado y no vayas a hacer la compra con hambre. Mantén siempre meriendas saludables a la mano como frutas, maní, almendras. Limita las comidas fuera de casa. La comida casera siempre es la más saludable y la mejor opción.
Es importante tener en cuenta que la forma como cocinas los alimentos influye drásticamente en la salud. La manera más saludable de preparar los alimentos es al horno, al vapor o a la plancha. Escoge papa al horno, en vez de papas fritas. Cómete las frutas enteras, no en jugos. Come palomitas de maíz, en vez de chips. Escoge aceites saludables como el aceite de oliva, aceite de canola, etc. Presta atención a las porciones.
Lo más recomendable es visitar a un nutricionista para elaborar un régimen sano, equilibrado, de acuerdo con las necesidades y condición específica de cada persona.